Esta sierra parece la Toscana extremeña: pueblos de pizarra, piscinas naturales y carreteras vacías todo el año
La Sierra de Gata, situada en el norte de la provincia de Cáceres, se revela como un enclave de singular belleza natural y patrimonio cultural. Sus carreteras poco transitadas, piscinas naturales surgidas de los ríos Árrago y Eljas, y la lengua propia conocida como “A Fala” convierten a esta zona en una experiencia sensorial única dentro de España.

El entorno, a menudo descrito como la “Toscana extremeña”, destaca por sus pueblos construidos en pizarra negra, como Trevejo y Robledillo de Gata, cuyas calles empedradas y balcones floridos ofrecen un escenario casi cinematográfico. La ausencia de aglomeraciones turísticas permite a los visitantes recorrer la sierra a un ritmo pausado, disfrutando de la tranquilidad que pocos destinos pueden garantizar.
Patrimonio natural y cultural de la Sierra de Gata
El aislamiento geográfico ha favorecido la conservación de una atmósfera virgen. El asfalto serpenteante se transforma en un hilo conductor que lleva a miradores con vistas al horizonte y a la frontera con Portugal. La orografía de la sierra produce paisajes cambiantes a lo largo de las estaciones, ofreciendo un espectáculo visual comparable al de destinos internacionales.
Los pueblos de pizarra, declarados Bien de Interés Cultural, conservan un trazado laberíntico diseñado para protegerse del clima y reforzar los lazos vecinales. Los muros oscuros y los balcones cargados de flores crean escenarios fotogénicos que resaltan la armonía entre el urbanismo tradicional y el entorno montañoso.
Las piscinas naturales, formadas por la caída de los ríos Árrago y Eljas desde las cumbres, son auténticos “jacuzzis” biológicos. Zonas como los baños de Acebo o Perales del Puerto permiten sumergirse en aguas cristalinas sin necesidad de cloro ni depuradoras artificiales, ofreciendo una frescura revitalizante durante el verano.
En localidades como San Martín de Trevejo, la comunidad mantiene viva la lengua “A Fala”, un dialecto romance que aporta una capa adicional de riqueza cultural. Sentarse en una plaza a degustar un vino de pitarra mientras se escuchan conversaciones en esta lengua permite percibir la fuerte identidad local frente a la globalización.
La gastronomía de la zona se sustenta en el aceite de oliva de la variedad manzanilla cacereña, considerado “oro líquido”. Este aceite acompaña platos típicos como el cabrito, las setas silvestres y las ensaladas de naranjas, reflejando la alta calidad de los productos locales y la sencillez honesta de la cocina regional.
Al finalizar la visita, los viajeros suelen regresar con botellas de aceite, miel y recuerdos de una naturaleza intacta que, según muchos, transforma la rutina diaria y deja una huella imborrable en la memoria.

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