Científicos crean un plástico que se descompone de forma programada: mil veces más rápido que uno normal

Un equipo de químicos de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, ha desarrollado un nuevo tipo de plástico que puede descomponerse bajo condiciones controladas, ofreciendo una posible solución al problema de la acumulación de residuos plásticos en el medio ambiente.

Los investigadores se inspiraron en la manera en que los polímeros biológicos, como las proteínas y los ácidos nucleicos, se degradan de forma natural después de cumplir su función. A diferencia de estos materiales, los plásticos sintéticos carecen de mecanismos internos de descomposición, lo que les permite persistir durante décadas o incluso siglos.

Un plástico que se degrada a la carta

Para emular la degradación biológica, el equipo diseñó estructuras químicas artificiales que actúan como “ayudas internas” dentro del polímero. Estas unidades facilitadoras permanecen inactivas mientras el material se utiliza como cualquier otro plástico, pero pueden activarse mediante estímulos específicos, como la exposición a la luz o la presencia de determinados compuestos.

Una vez activado el proceso, el plástico se fragmenta miles de veces más rápido que los plásticos convencionales. Además, la velocidad de degradación puede ajustarse con precisión modificando la disposición de ciertos grupos moleculares, lo que permite programar la descomposición en días, semanas o meses, según la necesidad del usuario.

Los primeros experimentos indican que los residuos resultantes no son tóxicos, aunque los científicos advierten que se requieren estudios adicionales para confirmar su inocuidad en diferentes entornos y evaluar su comportamiento en condiciones de ausencia de luz, como en vertederos enterrados.

En su forma actual, este material no es adecuado para aplicaciones que demanden una vida útil prolongada, pero el equipo ya está explorando cómo adaptar la tecnología para integrarla en la producción industrial de plásticos comunes. Asimismo, investigan su posible uso en cápsulas de medicamentos que liberen fármacos de manera controlada.

Si se confirma su seguridad y viabilidad a gran escala, este avance podría representar un paso decisivo para mitigar el impacto ambiental de los plásticos, reduciendo la contaminación de océanos, montañas y fuentes de agua, y protegiendo a la fauna y a la salud humana.

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