El cerebro humano no empieza de cero: llega con instrucciones de fábrica para entender el mundo
Un equipo internacional de científicos, encabezado por investigadores de la Universidad de California en Santa Cruz, ha publicado en *Nature Neuroscience* los resultados de un estudio que confirma que el cerebro humano está “preconfigurado” con patrones de actividad eléctrica antes de recibir cualquier experiencia sensorial.

El trabajo se basó en organoides cerebrales, diminutos cultivos tridimensionales de tejido neuronal obtenidos a partir de células madre humanas. Estos modelos permitieron observar, mediante microchips especializados, la actividad eléctrica que emerge durante las primeras etapas de desarrollo cerebral, mucho antes de que el feto pueda percibir estímulos visuales o auditivos.
El cerebro ya lleva “instrucciones de fábrica”
Según el autor principal del estudio, Tal Sharf, de la Escuela de Ingeniería Baskin, las neuronas de los organoides forman circuitos que se autoensamblan y generan patrones de disparo espontáneos y estructurados. “Estos patrones aparecen sin necesidad de una entrada sensorial externa, lo que indica que el cerebro posee un sistema operativo básico que emerge de forma innata”, explicó Sharf.
Los hallazgos revelan que, durante los primeros meses de desarrollo, las neuronas emiten señales eléctricas con una organización característica que sirve como andamiaje para la posterior integración de la información sensorial. Este “modo predeterminado” se refina a medida que el cerebro comienza a procesar estímulos externos como sabores, olores y sonidos.
Este descubrimiento tiene importantes implicaciones para la comprensión de los trastornos del neurodesarrollo. Al identificar los patrones básicos que constituyen la arquitectura neural innata, los investigadores podrán explorar cómo factores externos —por ejemplo, pesticidas o microplásticos— alteran este proceso y contribuyen a afecciones neurológicas.
Los organoides, al reproducir de manera fiable la actividad eléctrica inicial del cerebro, ofrecen una herramienta valiosa para estudiar el impacto de toxinas y para probar intervenciones terapéuticas dirigidas a corregir desviaciones en el desarrollo neuronal.
En síntesis, el estudio sugiere que el cerebro no parte de una hoja en blanco, sino que cuenta con una programación genética que guía la formación de circuitos esenciales para la percepción y el pensamiento, sentando las bases para la interacción con el mundo que nos rodea.

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