Pogacar se obsesiona con el adoquín: operación total para conquistar la París-Roubaix 2026
El campeón esloveno Tadej Pogačar ha regresado al escenario que lo dejó sin terminar hace apenas unos meses. Antes de iniciar la pretemporada, el corredor viajó al mítico Carrefour de l’Arbre para estudiar cada metro del pavé, con la intención de que la “clásica del infierno” no vuelva a sorprenderlo. Así, está preparando la edición del 12 de abril como si fuera una operación quirúrgica.

Pogačar concibe el ciclismo como una entrega total. Cuando se plantea un objetivo, lo persigue sin pausa, sin conformarse y sin temor a repetir el proceso hasta dominarlo. La París‑Roubaix, la única gran clásica que aún no forma parte de su palmarés, se ha convertido no solo en un reto competitivo, sino en una obsesión que marca su calendario para 2026.
Trabajo de reconocimiento antes de la concentración
El esloveno decidió adelantar su fase de reconocimiento antes de que el UAE Team Emirates iniciara la concentración en Benidorm. La Voix du Nord lo captó en el sector decisivo del Carrefour de l’Arbre, acompañado por dos de sus colaboradores de confianza: Nils Politt y Tim Wellens. La imagen habla más que cualquier declaración: Pogačar aborda Roubaix con método, precisión y cero margen para la improvisación.
Su debut en la edición de 2025 fue brillante pero doloroso. Pogačar y Mathieu Van der Poel protagonizaron una batalla épica que el mundo del ciclismo esperaba desde hacía años. Velocidad, ataques y respuestas inmediatas se mantuvieron hasta que, a falta de 37 kilómetros, una caída anuló cualquier posibilidad de victoria. El neerlandés se marchó, y Pogačar, pese a sus esfuerzos, nunca pudo volver a conectar.
Ese accidente no solo truncó su estreno, sino que encendió una llama competitiva que ha ido alimentándose a lo largo de la segunda mitad de la temporada. Pogačar ha ganado el Giro, el Tour y la Lombardía; ha conquistado monumentos que muchos nunca llegan a rozar en una década… pero el “Infierno del Norte” sigue fuera de su vitrina, y esa ausencia pesa.
No es solo Roubaix. La Milán‑San Remo, otro gran monumento que aún falta en su palmarés, también está en la lista de pendientes. Sin embargo, es Roubaix la que duele más, la que exige mayor precisión y no perdona despistes; como él mismo reconoce, “no basta con ser el más fuerte”.
La caída de 2025 no borró la percepción general: Van der Poel y Pogačar están por encima del resto cuando se trata de devorar kilómetros con potencia y ambición. Ese pulso, ya convertido en clásico, tendrá inevitablemente un segundo capítulo en abril.
El director de la prueba, Thierry Gouvenou, ya lo sitúa entre los máximos favoritos, aunque con una advertencia clara: “Pogačar puede ganar, por supuesto, pero tendrá que darlo todo para frenar a Van der Poel”. Esa frase resume la esencia de la París‑Roubaix moderna: potencia, técnica, riesgo y cero concesiones.
Mientras otros planifican la temporada pensando en el Tour o el Giro, Pogačar ha decidido que su primavera girará en torno a los “circuitos”. El reconocimiento anticipado, el trabajo específico que lleva a cabo con el UAE y el recuerdo todavía fresco de la caída lo empujan hacia una única idea: Roubaix no puede escaparse otra vez.
En 2026 no se trata solo de ganar; se trata de cerrar el círculo, completar su mapa monumental y dejar claro que, incluso en el terreno más imprevisible del ciclismo, Pogačar está dispuesto a aprender, caerse, levantarse y volver al pavé con disciplina, precisión y obsesión.

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