El concursante de 'El Precio Justo' que perdió el mayor escaparate de la historia por un céntimo (y cómo le cambió la vida)
Una tarde de los años ochenta, el programa de televisión “El Precio Justo” volvió a ser el escenario de uno de los momentos más recordados de la historia de la televisión española. Entre los concursantes que se presentaron para adivinar el valor de electrodomésticos, coches y viajes, destacó la figura de Manuel Martínez Conto, un camarero de Lugo que quedó a tan solo un céntimo de alcanzar el mayor premio jamás ofrecido en el concurso.

Manuel, que trabajaba en un bar del centro de Lugo con jornadas largas y salarios modestos, veía “El Precio Justo” con su familia cuando podía, intentando estimar los precios de los productos mostrados. Impulsado por el ánimo de amigos y clientes, envió su solicitud al programa sin grandes expectativas, como quien compra un décimo de lotería por costumbre. Cuando recibió la confirmación de su participación, sintió que la suerte le sonreía después de años de esfuerzo silencioso.
El día que casi lo cambia todo
El viaje en autobús a Madrid se convirtió en una pequeña aventura para Manuel, quien repasó mentalmente los precios de artículos cotidianos mientras se acercaba al estudio. Al llegar, se encontró rodeado de otros aspirantes, todos con la misma mezcla de ilusión y nerviosismo. Las luces, la música y la atmósfera del plató le hicieron percibir, por primera vez, que su vida podía cambiar en cuestión de minutos.
Las primeras rondas fueron favorables: mantuvo la calma, acertó varios precios y avanzó hasta quedar entre los finalistas. Cuando le anunciaron que competiría por el gran escaparate, el entusiasmo se volvió palpable. El premio en juego estaba valorado en más de 36 millones de pesetas, una suma récord que incluía coches, viajes internacionales, electrodomésticos de última generación y otros objetos de lujo.
Ante la cámara, Manuel analizó cada producto, recordando precios de coches que veía en la calle y de artículos que vendían en su barrio. Con la presión del momento, intentó mantener la objetividad matemática que exige el programa. Finalmente, pronunció su estimación con seguridad.
El silencio se hizo absoluto cuando se reveló el precio oficial: la cifra propuesta por Manuel estaba a solo un céntimo por encima del valor exacto. En “El Precio Justo”, cualquier exceso, por pequeño que sea, implica la pérdida total del premio. La reacción del público fue una mezcla de aplausos incómodos, murmullos y gestos de sorpresa, mientras el presentador buscaba la manera de consolar al concursante.
Manuel aceptó la derrota con dignidad, agradeciendo la oportunidad pese a la frustración. Ese céntimo quedó grabado en su memoria y, con el tiempo, se convirtió en una especie de sombra que lo acompañó durante años.
La vida después del casi premio
- Al regresar a Lugo, la noticia se difundió rápidamente; vecinos y clientes del bar donde trabajaba lo reconocían y repetían la anécdota del céntimo perdido.
- Durante un período, evitó ver repeticiones del programa para no revivir la frustración, aunque las bromas y los comentarios seguían recordándole lo cerca que estuvo.
- Con el paso del tiempo, la historia se transformó en una curiosidad local y, eventualmente, en una reflexión personal sobre la importancia de los pequeños gestos cotidianos.
- Manuel aprendió a valorar más las relaciones, el trabajo diario y la capacidad de adaptación frente a los golpes de la suerte, en lugar de obsesionarse con lo que pudo haber sido.
- Cuando la historia reapareció en redes sociales años después, recibió mensajes de desconocidos que se identificaban con su experiencia, lo que le permitió ver su episodio como un relato colectivo sobre la fragilidad de la suerte.
Hoy Manuel habla de “El Precio Justo” con serenidad, consciente de que el verdadero premio no siempre está en el escaparate, sino en la forma de seguir adelante después de una pérdida inesperada.

Deja una respuesta